Mi no convencional vocación

Este es uno de los temas más difíciles para mí en este momento, aún así trataré de no alargarme demasiado. Ni siquiera sé por dónde empezar. Pero hoy me siento demasiado abierto así que pondré un poco de todo.

Desde siempre me ha gustado leer, desde el kínder leía libros completos, aún no novelas, digamos libros anchos de varios cuentos de hadas; pero también desarrolle un gusto por la escritura que casi nadie logró descubrir. Comencé la primaria, siempre tuve facilidad para aprender y las matemáticas me traían buena suerte; comencé a escribir mi primera novela, que ha sido la única a la que le puse título: Reflejos. Hablaba del mundo que existía detrás de los espejos, pero esas hojas-reliquia se han perdido así que es lo único que recuerdo. En cuarto de primaria tuve mi primer reconocimiento que no olvidaré: la maestra, que por cierto me odiaba, dejó la tarea de escribir un cuento; yo, como cualquier niño, sentía predilección por el terror, así que cree una historia rápida con un fantasma de personaje, pero sabía que tenía la creatividad suficiente para crear algo diferente. De todos modos no esperaba una buena reacción… ja, aún recuerdo la escena después de leer mi historia al salón: todos callados, y de repente la maestra interrumpe y dice emocionada “Manuel, si logras explotar eso que tú haces, puedes hacer grandes cosas”. ¿Fue en ese momento que decidí ser guionista o escritor? En absoluto, seguía pensando en la astronomía como mí único camino. Después comenzaron las cosas más importantes para mí hasta ahora: la secundaría, una gran idea y el comienzo de una nueva novela, diferentes escritos con diferentes reacciones, bastantes “Estudia lo que quieras estudiar, nosotros te apoyaremos” de mi familia, J. J. Abrahams… el punto es que no sé en qué momento decidí seguir el camino de guionista y dejar las ingenierías aun lado.

Ahora, ¿Qué problema tengo?, ¿de qué me voy a desahogar hoy? Desde que comencé la clase de vocación tengo mucho más tiempo para pensar y me estoy dando cuenta de que mi decisión no ha sido la más prometedora, la más fácil, es más, ha sido la menos convencional. Pero vamos, yo en nada soy convencional.

Escena 1. Hace unos meses. Mi abuelo y yo sentados en la mesa a la hora de la comida platicando. “¿Y ya pensaste que ingeniería vas a estudiar?” me preguntó, “Emm, no pienso estudiar eso, quiero estudiar para ser guionista”. Silencio. Antes de levantarse para irse a su cuarto, me dice: “Piensa las cosas mejor, tienes que estudiar algo en donde ganes dinero”. Silencio.

Escena 2. Esta navidad. Toda la familia reunida, y uno de mis tíos me pregunta, “¿Y qué vas a estudiar?”, “Quiero estudiar para ser guionista o escritor” (aclaro, se que para escritor no se estudia aunque existan de hecho carreras). Silencio de todos los miembros. “Que decepción” dice mi hermana en tono de broma, “Pensé que estudiarías algo con matemáticas o algo así”. Desde ese entonces mi mamá me ha preguntado varias veces, de forma extraña, que carrera elegiré, como si ya hubiera cambiado de idea.

Escena 3. La semana pasada. Estoy viendo televisión en la casa de mi abuela; escucho mi nombre en el cuarto contiguo. Era mi hermana platicando con mi famosa tía, “Que quiere ser director de cine o algo así, que desperdicio de carrera”.

Nunca pensé que me encontraría en una situación así, con la presión de la familia. Me imagino que la gente dirá, “Sueño del típico adolescente, quiere ser famoso”, “Se le va a pasar”, “¿Qué no era inteligente?”. Lo sé, podría tomar lo más “fácil”, una ingeniería como la mayoría y que de seguro consigo un trabajo en una oficina, pero no, como dije, no soy convencional.

Ahora más que nunca entiendo que es mi decisión y es mi responsabilidad, por lo mismo estoy más inseguro que nunca. Pero de algo estoy seguro: nadie me dirá que hacer.